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miércoles, 2 de marzo de 2011

CRONICAS DE UNA DOCENCIA OLVIDADA II


En la primera edición de estas crónicas, les comentaba, que en la próxima, iba a relatarles historias de nuestra querida Sor Daniela, y de otros docentes que hicieron huella en mi ya calcificada memoria. Sor Daniela fue, es y seguirá siendo una monjita física y mentalmente hermosa, de un nunca envejecer eterno, y siempre que lograba mantener con ella una conversación, fugaz o no, le requería la respuesta de, ¿Dónde había encontrado la fuente de la Eterna Juventud?...nunca me ha contestado, simplemente se limita a sonreír en forma picaresca. De todas formas, hago del conocimiento de mis lectores, que la fuente de la Eterna Juventud, se encuentra ubicada en el primer pueblo fundado en los Estados Unidos; lleva por nombre San Agustín, y esta al norte de la península de La Florida, y uno de sus principales atractivos turísticos, es la visita a la famosa fuente, la guía turística extrae del pozo un poquito de agua, por medio de un tobo de madera atado a un mecate, y se la sirve a los turistas en pequeños envases de plástico, y por arte de magia, al menos mentalmente, todos abandonan el lugar rejuvenecidos, ya les contare en próximas entregas mas de este hermoso pueblo fundado por los Españoles. Continuando con el tema inicial, os relato que Sor Daniela era para la época, nuestra docente de Educación Artística, con ella obtuvimos nuestros primeros conocimientos relacionados con la cultura y el arte, pero el trabajo práctico que colmó mis conociendos, o por conocer, fue la construcción, con paletas de helado, de una replica del Partenón, allí partierón los padecimientos y despadecimientos, y comenzó una búsqueda sin tregua y a cualquier costo, de una abandonada paletita de pastelado, no menciono la marca mas famosa en Venezuela, para no hacerles mas publicidad de las que ya tienen, pero ustedes saben cual es…caracho negro, empiezo a complicarme…¡Al grano enano!, bien, a todo al que veía castigando con la sin hueso a un pastelado, me le acercaba echo el cochino meando, y le exigía…-¡ dame!-, -no coño compra-,-aah bueno, ya vái a ve-, y le exigía al final,-¡pero mes dai la paleta OK.!,- siiii tábien-, y continuaba la eterna recolección de las benditas paletitas. Otros castigados también por la reconstrucción de lo que alguna vez, y en mala hora se les ocurrió construir a los Griegos, recurrían a métodos mas disuasivos, como por ejemplo,-¡te compro la paleta-,-¿Cuánto hay pa eso?-,-una locha-,-no,no,nono, medio-,-tay loco musiú-,-ta bien pelú, pero me dái lo que queda-,- ta bien…comete esa vaina-, y arrancaba el musiú, o el pelú corriendo para su casa, a completar la columna posterior izquierda de la casa de Zeus.
Al llegar, y después de escuchar las eternas letanías (mas largas que las de un rosario) de mi madre, -¡bañate!-,-¡noojoda!-,-¡pues te baño yo!,-¡meenos!, y tracatran, tracatran, comenzaba la carrera alrededor de la casa, y al menor despiste de mi carcelera, me encerraba yo mismo en la cárcel de las intimidades, y empezaba a embadurnar la paleta relamida por los placeres con pega Ega, después de espatúrrar el trozo de columna en el supuesto objetivo, y tras hacerle puñetas mentales a mis odios, me acostaba a planificar el tumbe de la siguiente paleta.
El día de la entrega del Partenón despaletado llegó, me despertó el puño nervioso golpeando la ventana, al asomarme, con los ojos aun pegados por las lagañas recientes, vi el rostro blanco y transparente de mi amigo Roberto,- ¡ aaapuraate hoy es el día!. - , - ¿el día de que?- , -¡la entrega del Partenon! - , - ¡ñooo, me faltan dos paletas!-,-¡te las pego yo!...apuraaate, faltan diez pa las ocho-,-ya voy, pasá-.
Los Partenones ensamblados con las paletas de las angustias, temblaban sobre las manos de sus arquitectos, en la formación antes de entrar al salón de clases, la cara rígida de Sor Daniela nos esperaba a las puerta del mismo, todos levantábamos la obra, buscando una sonrisa de aprobación, por parte de la Hermana, la monjita, permaneció en silencio con su rostro inescrutable, y fuimos entrando uno a uno al salón ejecutorio. El Partenón de Roberto, y su resultado fue suspendido por accidente, pues el amigo al levantarse del pupitre, tropezó, quedando despaletado su Partenón, Sor le dio el plazo de una semana para reconstruirlo; el mío, culminó con una nota de 12, pues no estaba muy limpio que digamos, y me recordaron una de las diarias letanías de mi carcelera, y aprendí la lección, no se debe realizar ningún trabajo manual con las manos sucias; y como dijo Ladisláo, este cuento ha termináo.
Quería relatarles también otra de las anécdotas de mi mas querido y recordado profesor, ustedes saben de quien les hablo, el profesor Pedro María Hernández Matute…del toro Bravo, como solía decir, el profesor, también impartía clases de Francés en 5 to. año de Humanidades, entre sus alumnos de esa sección en particular, estudiaba uno de sus hijos, mi recordado amigo y docente Abigail Hernández. Esa tarde en particular, llena de humedad y calurosa, despertó la intranquilidad de los alumnos y de mi recordado profesor, al sentirse aburridos por la repetición incisiva de comen ta le vu (disculpen mi moribundo francés, ya lo aprenderé); Abigail, después de masticar su último chiclet Adams, recuerdan, los de la cajetilla amarilla…ñooo. me quedo de perilla la rimilla, bien continuemos, ¿en que quede?…ah, ya recordé, tomó la cajita vacía, se la introdujo a la boca, y comenzó a soplar, la parte trasera de la caja, comenzaba a emitir un sonido de trompeta desafinada, que similízo con las trompetas de la película Ben-Hur, antes de comenzar la carrera de las carretas; en pocos minutos, todo el que tenia cajetillas amarillas, empezó a tragarse los chiclets restantes, para empezar a vivir en carne propia, aquella experiencia sonora nueva y desconcertante, el ruido de las trompetas improvisadas saturo el ambiente, los corredores…todo. Pedro María, tenia que retomar el control de “comen ta le vu”; golpeó fuertemente con su puño el escritorio gris, y dijo en voz alta, ¡Abigail…Abigail, te me vas….te me vas! - ¿ pá donde pá?-,- pá la dirección, y mañana, quiero hablar personalmente con tu representante -,- pero pá…- , - nada…te me vas, Abigail se levantó contrariado de su pupitre, y tras arrojar en la papelera su reciente trompetilla, se dirigió a la dirección del Colegio, donde trabajaba también como secretaria su madre, Doña Eva de Hernández; al entrar malhumorado Abigail, le pregunto Doña Eva:-¿Qué te pasa?-,- mi pá me saco de clase…y que quiere hablá con mi representante mañana-, en ese momento, Doña Eva movió negativamente la cabeza, y tras apuntar con sus ojos al cielo, exclamo, “ Ahora si se nos acomodo Pedrito”, y continuo con sus labores diarias, al día siguiente, y después de recibir la jornada anterior la citación por escrito de manos de su madre, acudió la mañana siguiente, a la sala de profesores, por supuesto lo esperaba su padre, y desde ese momento, al menos en 5to. Humanidades, no se escuchó mas ningún cornetín improvisado.
En próximas entregas conocerán anécdotas de otros recordados profesores, como por ejemplo, mi profesor de Química, Rafael Granadillo, y de mi profesor de Religión, nada menos y nada mas que el Monseñor Vicente Lambruschini…¡para que te cuento lamento!...Hasta la próxima entrega.

1 comentario:

  1. Ciertamente son muchas las anécdotas que podemos contar quienes fuimos alumnos del apreciado profesor PEDRO MARÍA HERNÁNDEZ y su particular estilo, en el Colegio Santa María de Chivacoa. Aquí te dejo una de las mías:

    Durante el lapso escolar 1970-71 me daba clases de Castellano y Literatura en quinto año de Humanidades (además de Francés y Griego) ¿recuerdas que rezábamos el Padre Nuestro en francés? En una ocasión presentamos un examen de Literatura (valor: 20 puntos) cuya mecánica establecía que al entrar al salón cada alumno debía tomar al azar un papelito con el nombre de un escritor y elaborar una composición sobre su trabajo literario. A mí me tocó Simón Bolívar y en el tiempo disponible escribí por los cuatro lados una hoja del llamado “papel ministro” más la mitad de otra, en total seis páginas referidas a Mi Delirio sobre El Chimborazo, la Carta de Jamaica, el Manifiesto de Cartagena y el Discurso de Angostura. En la clase siguiente, al recibir las calificaciones, ¡sorpresa!: 10/20, procedí al correspondiente pataleo y la respuesta de Pedro María, sin derecho a réplica fue: “Mira, ¿sabes cuántos libros se han escrito sobre Bolívar?... Trescientos mil libros se han escrito y tú vienes y escribes seis páginas. Nada, tienes 10”.

    El profesor Pedro Maria vive actualmente en Barquisimeto, está bastante mayor pero con su memoria y su buen humor intactos.


    ORLANDO ASUAJE GARCÉS

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