I
Surcaron mis dedos el borde de tus aguas, tibias y en calma,
sin tocar mis palmas la resistencia de tu espuma,
No había peces, ni caballos, ni estrellas, ni danza de algas,
a lo lejos… tus pies sumergidos ahogados en la arena,
rodeados del caviar inicial en las hojas de una Palma.
Buscó mi frente la luz húmeda,
pura y blanca…sin sombras.
pura y blanca…sin sombras.
Abrio al aire mi boca, tus miradas a la calma.
Inocente resistencia de la oruga, al aleteo de la mariposa.
Chocando entre si, los aguijones de la envidia.
Armados floretes de un Capuleto muerto,
de siete abejas ocultas tras las flores amarillas,
de araguaneyes golpeados de tiempo y viento suelto.
Dejando el sabor de la tentación, guardado en su colmena,
dedos Aferrados, a las largas telas que acariciaban tu cuerpo.
Tiras de blanco, tiras de prusia, tiras de arena.
Sin color, sin olor, y el sabor a miel dejado por las abejas,
el único aire presente.
Un soplo de vida sostenido por tu boca,
Un soplo de vida sostenido por tu boca,
aguantando el aire para no ahogarse de penas,
La muerte del pez, asfixias, nuestros labios entre abiertos,
colgados en lianas, para deslizar serpientes.
La salvación, expirar en tus labios,
asido al cordón de plata,
asido al cordón de plata,
Quise besar mañana, lo que debí besar hoy.
Ya no estaban tus labios…no existían tus besos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario