I
Engreído dardo, caminó de vil el todo,
sobre el susceptible cuerpo, de aquella confusa nada,
que moría en un desierto, enamorada…abandonada,
tras robarle el agua, secar su pozo y vestirla de lodo.
Cayó rendida a su suerte.
Escuchó la hoz de la muerte.
Cayeron sus ojos despiertos.
Se confesó mentalmente.
En este universo, murió una negra llorando.
En el otro, nació un blanco cantando.
En otra dimensión.
En el centro de una cruz.
Anidaron dos líneas amando.
Abrió el alma su ojo izquierdo,
por penúltima vez…sin esperanza.
Vio la azulejo encantada, y con mueca de sus labios,
apuntó a la nube lejana.
¿La ves...pajarilla?... está abrazada como anillo.
a la más alta cima del horizonte,
eleva tus alas con el viento,
lleva en tu pico el pentagrama,
cantadle la canción,
Recién está casada de blanco,
enamorada…ve hacia ella volando,
haceros cómplice
del aire y del sol.
Dile al viento, que convierta su blanco en vela,
La sople suavemente, y la tienda sobre mi cuerpo.
Dile al sol que caliente sus deseos, hasta que hiervan,
Que revivan sus lágrimas, los despojos de mi desierto,
Sumiso, prepotente, arrogante, indecente,
Inocente, balances en parapente, una justicia sin vendas,
la burbuja de un nivel,
Recién planchada, sin arrugas ni componendas.
Al final de la agonía, el alma sacó su lengua,
Sintió el agua de su nube y el calor de su sol.
Abrió sus ojos con hambre,
Sintió la azulejo, posada en su nariz,
Colocando entre sus labios, de comida una lombriz.
Recién sacada del surco, apuntalado de estambre
Lo abrazó y descansó…susurrando el pentagrama.
Duerme, mi amor duerme…lo entregué en clave de sol.
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