Jugado, atado y condenado por la mano del hombre.
Comenzaba el camino del dolor,
orando en las aceitunas,
frente al mismo árbol de la muerte,
en que se ahorcó el traidor.
Condena de negro Sanedrín,
tejieron tu mortaja las injurias.
Negado tres veces por la roca,
abriendo la puerta del perdón,
no dudé mi Dios, buscaba la forma de darte mis brazos.
Los que te faltaban, y hacer mío tu dolor.
dejando al pueblo aclamando,
por la justicia del ciego,
dos mil años después,
ojos que aun no ven,
corazones que aun no sienten,
atado por La Roma de cobardes,
flagelando tu carne,
coronando por espinas amargas,
de puntas brillantes.
Miró tu sangre la congoja,
la madre de los llantos y las penas.
Dieciocho metros decidieron tu suerte,
la misma que partió tu pecho.
Lanza empujada por la misma mano,
la misma zurda del vinagre blanco.
El peso de dos maderos hundieron tus hombros,
cayeron tus brazos,
cansados y tenues,
sobre la calle estrecha de piedra morada,
abrazando tus cargas,
cientos de almas desnudas,
con color de avaricia muerta,
caíste una vez,
con ella…tus manos y tus brazos,
vociferaba blasfemias,
en el nido de la serpientes.
Veneno rancio de dos lenguas,
abrieron la tierra a tus pies,
empujando al Cirineo,
a rastras…llevó el peso de tu carga,
Que guardo bajo mi alma,
que me baña con tu luz…ausente cruz,
serás el peso de los hombres,
serán tus brazos los suyos,
arrastrando podredumbres,
de cabizbajas miradas,
comerán de tu cuerpo,
y beberán de tu vida,
Hipócritas… desdeñado enjambre de abejas sin color.
Clavando aguijones,
inoculando ponzoñas.
extremaunciones, falsas confesiones buscando el perdón,
cuando no pasan agujas por ojos de mil camellos.
Cayendo de nuevo, descansando tu mejilla,
la última de tu vida.
Se alzó tu mirada triste,
arropando de consuelo a las madres de tu tierra,
El acero perforó tus manos,
el frío penetró tus pies.
Erguido en tu cruz perdida,
observando al buen ladrón,
A tu madre santa,
y al testigo de la historia,
prometiendo El reino de amor.
Mirando hacia el cielo, exclamasteis llorando,
Eloy, Eloy…lema sabactani.
Origen de mi origen…¿Por qué me has abandonado?.
Padre…en ti encomiendo mi espíritu.
Tu último aliento,
húmedo de lagrimas, surcó el tiempo.
Esperando tu cuerpo,
arreado por tres sogas,
esperándote María…cobijándote en sus brazos.
Después de rodar la piedra,
colocaron tu cuerpo frío,
sobre emoción tallada,
de triste gris esperanza.
Del negro silencio,
brotó la vida a tus pies,
rodó la piedra, oí tus pasos,
Sentí tu olor, tus manos, tu palabra…al oeste del Encón.
Ya encontré tus brazos… ¡Ayúdame con mi cruz!