I
Madrugada desesperada de decisiones del
Alfa,
Sudores fríos, ausencias,
temores arropados de soledad.
Muriendo de hambre mi alma,
desnudo de
nuevo ante la calle ciega, fría y vacía.
El bigote
de una morsa,
desfilaba de perfil por la acera del frente,
No encontró la llave de su casa,
ni el
cuerpo, ni al secuestrador de su alma.
¡De nuevo sin suerte!
Habían bustos sin miradas…no tenia
recuerdos.
Una fuente sola, tomada por mi derecha,
cubierta de piel morena,
Escondida, oculta… ¡Yo la encontré!,
¡No es de Nadie!... ¡Es mía!...mía…mía.
¡No es de Nadie!... ¡Es mía!...mía…mía.
¡Nadie me la quita!, exclamó a gritos el
egoísmo.
Estaba en el mismo sitio,
en el océano
grueso y bamboleante,
respirando el mismo aire de mar cansado,
el mismo que tragó ejércitos crudos.
Sentado en un nido de piedras rellenas de
algas,
respiré tu insomnio de color canela,
Con capa de rizos y ojos de ensueño.
cruzaré de nuevo el mar delirante,
volveré al lugar donde
perdí la llave.
Buscando el baúl sin memorias,
unas
caricias fugaces,
¡Pero sabes!...me negué de nuevo a morir…desperté.
Fue solo un mal sueño, abrí mis ojos…regresé a mi cielo,
A mi techo blanco de agua…lo real,
A la izquierda…la manteca bien protegida.
Se abrió la puerta, mi nuevo perro guardián,
tomé su lápiz
mordido, y el viejo papel doblado por cien.
Sentado ante la inspiración perdida,
una lora coja y una esperanza morena,
Cargada de rizos y mirada serena,
Decidí de nuevo vivir…antes de amor morir.
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