En las cercanías de un pocito cristalino rodeado de muchos arboles frondosos; vivían felizmente, Ramón el sapo lipón, y su esposa Juana la cara de Iguana, eran una pareja de sapitos juguetones y alegres, que saltaban felices todo el día en busca de insectos para su alimentación. El sapo lipón se encontraba desde hacia muchos días muy preocupado, porque la temporada de sequia de ese año, se había alargado mas de lo normal; desde hacia algún tiempo ya, notaba que las hojas de los arboles se secaban rápidamente, que la tierra por donde saltaba, se sentía mas y mas caliente a medida que transcurrían los meses, y el pocito donde depositaban a sus renacuajitos, se hacia mas chiquitico cada día.
Esa mañana, la esposa del sapo lipón entro saltando al pocito, para depositar en el agua a sus camada de huevitos de la temporada, y después de soltarlos en medio del agua, regresaron juntos alegres y saltando a la orilla. Cuando el sapo lipón se disponía a saltar fuera del pocito, tuvo un presentimiento, y se quedo dentro del poquitico de agua que aun quedaba en el pozo viendo a sus hijitos; pasaban las horas y los días, y el poquitín de agua donde nadaban los hijos de lipón, se había secado completamente, sus hijitos saltaban desesperados en busca del agua para vivir, sus diminutas branquias, se abrían y cerraban desesperadamente, pidiendo a gritos el agua de vida; Lipón se dio cuenta, que la única fuente de agua, era la que permanecía bajo sus patas, un pocito hirviente de 15 centímetros; el sapito lipón pensó - ¡tengo que salvar a mis hijos…y rápido!; de un salto, apuntó sus patas traseras, hacia la dirección donde se encontraban sus hijitos ya prácticamente agonizando, y comenzó a escarbar frenéticamente un túnel, que permitiera llegar el agua hasta el lugar donde se encontraban sus renacuajillos. Apartando la tierra húmeda con cada golpe de patas, y mientras avanzaba en su trabajo de remover el barro que se interponía entre el y sus hijos; miraba con alegría, como un hilillo de agua se deslizaba por debajo de su cuerpo, y se acercaba cada vez mas al lugar donde se encontraban sus renacuajos moribundos; las horas pasaban y pasaban , y el sapo lipón escarbaba y escarbaba, quedaban pocos minutos, de repente, el hilo de agua salvadora rodeó los cuerpos de los renacuajitos, y suspiró de alivio el sapo Lipón; desde la orilla, Juana croaba de alegría; pero todo aun no estaba resuelto, ambos sapitos se quedaron en la orilla esperando un milagro, parecía que el esfuerzo de Lipón no había sido suficiente, el poquitico de agua que aun rodeaba a sus saltarines, se consumía también al paso de las horas, se abrazaron acongojados; cuando un relámpago abrió el cielo oscuro de la sabana, y dos gotas de agua del cielo, cayeron alegres sobre la cara de los sapitos que croaron de alegría; tras la lluvia, el pozo al lado del riachuelo se llenó completamente. Al cabo del tiempo, los hijos de Lipón se convirtieron en jóvenes sapitos y comenzaron a saltar alegres fuera del pozo. Juana y Ramón lipón esperaron juntos un año mejor…y colorín colorado… por este año…los sapitos se han salvado.
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