I
Y tu, ¿Dónde
estas?...¿me escuchas?.
No se amor…aun
no lo sé.
Cubrieron de
negro mi alma,
Creo…que debajo
del subsuelo,
No tengo
aire, ni tengo cielo,
Siento, los vientos
de azufre,
con olores, a
carne muerta y estiércol.
Que arrastran
copos de fuego.
Estoy… ¡estoy
rodeado por gusanos draculados!.
Con miradas
pendencieras, y pelos candentes.
Bailan a
derredor del fuego, mirando sonrientes,
imaginando la
necrosis sobre mis huesos.
Pasaron mil
años, sin luz y sin sueños.
Dejándome
solo, tras comer mi carne, gusanos aquellos.
Seguían los
dolores, rencores y penas.
Resignado, intenté
rezar…no podía.
Después, intenté
llorar…tampoco podía.
Intenté
recordarte, no me dejaban los perros,
caí de bruces,
en infierno eterno.
Pasados los
siglos, resignó mi esperanza.
Permanecí
vestido de oscuros huesos,
Igual que mi alma.
¿Es capaz el infierno,
de ahogar la esperanza?.
“Vendrá a
juzgar a vivos y muertos”…pensé.
Detrás de esa
voz, sentí la luz nueva,
El valor del
perdón,
Por su color
descompuesto,
se deslizó la
esperanza muerta,
si rompo lo
eterno, me comunicaré contigo,
Desde la pesadilla,
desde otra dimensión,
De un nuevo
dilema, desde otro corazón,
Buscaré la
forma,
De hacerte
llegar la rosa.
Seremos
distintos…pero siempre dos.
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