Ese lunes santo del año 1975, no fue tan santo, como fueron los anteriores lunes santos en la Historia de Chivacoa, Artemio Vargas, mulato de frente ancha por la escasez de cabellos que produce la calvicie de los años, ya había echo planes con sus compinches de farra. Para celebrar a lo grande su cuadragésimo noveno cumpleaños. Quería en esta fecha en particular, demostrar que su vida, a pesar de los casi cincuenta, permanecía estructurada, como había estado hasta entonces; con los dones que le había proporcionado la Providencia. El primer don, según Artemio, era el de poseer una lengua increíble, capaz de convencer de una sola sentada, al mas reacio de los Ateos. Indudablemente, el galán ensombrecido, era capaz por la verborrea que le concedió el creador, de envolver y manipular a sus semejantes. En otras palabras, era un genuino encantador de serpientes. El segundo don concedido por la gracia, era el de mujeriego empedernido, el mulato no podía observar el caminar de una escoba con falda, porque inmediatamente su instinto, lo hacia seguir a la escoba o a la falda, y empezar el ataque de la artillería verbal, en contra de su enemiga de turno; Artemio, por sus dotes verbales, había ganado entre sus amistades , el titulo de “Lenguita de oro”, todos lo llamaban así, y Arte, se sentía orgulloso, e inflaba con Helio su adormecido ego interior. En este onomástico en particular, tenía que demostrarle a su victima, y a si mismo, de lo que era capaz un mulato tabernáculo, tras un interminable verano, causado por un no muy agraciado físico, heredado de su bisabuelo Esperanto, quien murió esperando el milagrito de los espejos.
La planificada palamentazón, habia sido concertada, dos noches antes en una partida de dominó, en el Club Social deportivo Yurubí, lugar de encuentro de los Canapiales del Barrio Guatanquire, para chismear y emborracharse con el famoso Oso venezolano, y jugar una partidita de bolas, en una de las canchas de bolas criollas, por su escarpado terreno, mas enigmáticas de la ciudad de los brujos, bajo la sombra del Mamón de los melaos, apodo alcanzado por el árbol, por lo dulce de sus mamones, debido a decenios de riego de sus raíces, con la afamada cerveza y con los orines ebrios de borrachos malcriados.
Chente, como cariñosamente llamaban a Vicente Almao, había llegado temprano a la casa de su compinche Artemio, en su mano, traía embojotada la cabeza de cochino, encargada el día anterior en la Carnicería de Romero; 10 minutos después, apareció el Javáo con la mochila repleta de las causales programadas, de una desgracia concertada; en su interior, se contaban dos botellas de pecho cuadráo, tres botellas de anís de mono, y cuatro botellas del que no canta llora…y de que llorarían llorarían un día después.
La pandilla canapialera de 10, ya estaba reunida frente a la casa de Artemio, la patota perfecta, cinco canapiales, y cinco canapialas, los diez apuntaron sus alpargatas rumbo a la montaña de Sorte, habían planificado celebrar el cumple de las desgracias de Artemio, en las aguas del río Yaracuy, a las faldas de su cumbre, y bajo la protección de la reina Maria Lienza. Tras la larga caminata de palos, y tras chuparse por el camino las dos de pecho cuadrao, llegaron al lugar planificado, el sitio perfecto, el Javáo, se encargó de limpiar el campamento, todo estaba en su lugar como un año atrás, el pozo de aguas cristalinas al frente, con una cueva de roca gris, cubierta por la cortina de una cascada cristalina que se dejaba caer alegre sobre el remanso del pozo; al frente, el altar de piedra adornado de musgos, abarrotado de reinas, de potencias, de indios, de velas, de negros, de vikingos, de vivos, de muertos, de cocos, de plumas, de promesas, de inciensos, de velones, y de 112 velas encendidas, faltaba solamente una , la que dejó de encender Artemio, tras el olvido causado por la preparación de su desgracia, pagar la promesa al anima sola, lo que nunca hizo, y nunca hizo jamás.
En cuestión de horas, todo se había convertido tras el consumo del alcohol, en una pachanga incontrolada, el cansancio por los saltos y chapuzones en el pozo, y las entradas y salidas de la cueva del pecado, les había alborotado el hambre, todos miraron hacia la holla tiznada, que contenía la cabeza de cochino hirviendo, sobre una fogata aplastada, y olvidada de atizar, hacia largo tiempo; Artemio, para el momento, el mas lucido de los inlucidos, le gritó al Javao –“ ¡Echále viento a esa vaina Javáo, tengo las tripas pegás al espinazo nojoda! -, el gordo despertó de su péa, y se dirigió raudo a apresurar las llamas de la cabeza ahogada.
A golpe de 5, todos se sentaron en circulo alrededor de la cabeza humeante del marrano, Artemio, le ordenó a Chente buscar los veinte bolos de pan, comprados esa mañana en la panadería del portugués, se repartieron los panes; e índices y pulgares comenzaron, a pellizcar nerviosamente la cabeza sancochada, que los miraba con los ojos tristes del degollado. Al terminar el banquete de los pellizcos, dejaron caer sus cuerpos sobre las hamacas malolientes, por cientos de aventuras de amor sin lavar. Artemio, levantó su vista y divisó el rayo de la moribunda luz del Sol, que le indicaba que estaba oscureciendo mas aprisa que de costumbre, su brazo izquierdo desvanecido, alzó como pudo, el pesado reloj de pulsera atado a su muñeca izquierda, el reloj marcaba las ocho y treinta de la noche, faltaban solo tres horas y media para el martes, recordaba, las fallidas ocasiones durante toda la algarabía, por alzar la bandera del machismo, pero todos sus intentos en el transcurso del día, habían fracasado. trató con Teófila, con Magdalena y con Perpetua…y nada, por mas que intentó, sus aspiraciones permanecieron apagadas, como la vela olvidada del anima sola, las horas siguieron el curso normal de todos los lunes santos, olvidados de reflexiones, no había tiempo para esas tonterías, pensaba; todos dormían abrazados en sus hamacas, colgadas sobre árboles aun despiertos a esas horas de la noche; Artemio, miró el reloj nuevamente, el minutero, marcaba 5 para el martes, aturdido a plenitud, por la media botella de cocuy restante, miro nuevamente la copa de los árboles, que dejaban ya filtrar la luz de una luna llena transparente, que permitía ver a través de la oscuridad, vio sombras de dantas agazapadas, esperando las ordenes de su Reina; se escuchaba solamente el concierto de los grillos y de sapitos japoneses, afinando sus sinfonías para las conquistas de esa noche. Un movimiento inesperado tras los arbustos, llamó la atención de Artemio, fijó su vieja mirada de águila, de donde presumió, había visto un extraño claro entre la oscuridad, observó que una sombra blanca se escondía rápidamente detrás de un tronco obeso, se incorporo como se lo permitieron sus fuerzas acabadas, y caminó a trompicones, para indagar quien se ocultaba detrás del tronco, no había nada ni nadie; al levantar su vista cansada, vio aproximadamente a diez metros de su nariz, a la mujer mas hermosa que hubiesen recordado sus 49 años recientes; de rostro sobrio , de piel pálida y transparente, un cuerpo perfecto se dibujaba al trasluz de la luna, que perforaba una bata blanca transparente del largo de sus tobillos, sus ojos grandes y oscuros permanecían fijos, clavados en la mirada del mulato, su boca, dejaba escapar la sonrisa provocadora del encanto; levantó su hermoso brazo derecho, y con su mano apuntando hacia Artemio, le indicaba con el índice…ven, ven mi amor…ven. Artemio, no resistió el llamado hipnótico de la musa encantada, y comenzó un trastabillante correteo, entre arbustos y piedras, tras la mujer de sus sueños; cuando sentía que la tenía cerca de sus brazos…mas se alejaba la tentación. Finalmente cansado de la persecución quebrada arriba, tomo un último resuello, y alzó nuevamente la vista, allí estaba ella… erguida sobre una inmensa roca gris, la saliva de la incredulidad por lo que veían sus ojos, rodó por las comisuras de la boca jadeante del frustrado galán, la hermosa mujer, se despojo de su bata blanca, y se sentó sobre la piedra, y Artemio comenzó lo que sería, la última escalada de su corazón, sus manos se aferraban como tentáculos a las piedras que lo separaban de la muerte, llegó, se sentó junto a ella, la hermosa mujer le sonrió sin hablar, tomo la mano izquierda de Artemio, y la guió hasta sus senos, la mano derecha del espanto, agarró por el cuello a Artemio, y acerco su boca a la del desdichado mulato; y cuando el espanto sintió la lengua de Artemio dentro de su boca, cerró ferozmente sus mandíbulas; el inesperado dolor del Mulato, tras sentir la cercenación de su lengua, lo hizo abrir los parpados cerrados por la pasión, y sus ojos se encontraron frente a frente con los ojos rojos del espanto. Se levanto sangrante, lo último que vio su mirada en el mundo de los vivos, fueron las piedras redondas quebrada abajo; su enamorado corazón dejo de latir, y su cuerpo inerte se desplomó por las piedras, un olor de azufre rancio saturó el ambiente, y después de escuchar los llantos de La sayona, se escuchó el silbido espeluznante del anima sola, que despertó a los amigos de Lengua de oro, que tras pedir auxilio al puesto de la Guardia Nacional del parque, procedieron a la búsqueda de Artemio, a quien encontraron a la mañana siguiente en un charco de sangre entre las piedras de la quebrada, sin vida, y lo mas inexplicable para todos…sin Lengua.
las investigaciones posteriores, no arrojaron explicación de lo sucedido, y jamás nadie pudo explicarse, quien arrancó la lengua de oro del barrio. El anima sola, cobraba una victima mas por la morosidad de sus promesas. A los dos, se les ha visto caminando abrazados, en noches de Luna llena por los caminos de la montaña sagrada. Si algún día visitan Sorte … recuerden, que están en Chivacoa, tierra de Mitos y Leyendas, de encantos…y de espantos, asegúrense que no sea un lunes, ni mucho menos un santo. Hasta la próxima.